sábado, 30 de septiembre de 2017

Última parte

A la mañana siguiente, un estruendo familiar les despertó, sonaba como un avión o un helicóptero. Abrieron la puerta sin pensarlo y allí estaba, un gran helicóptero intentaba aterrizar en una llanura cercana. Salieron con las armas en la mano, Abraham que, la noche anterior se había puesto uno de los uniformes de soldado que allí se habían dejado, se hizo pasar por uno de ellos acercándose al helicóptero.
-¡Eh, eh, eh! –Gritaba.
El conductor paró el motor y se bajo.
-Soy el suboficial Alarcón, ¿está aquí la brigada de paracas?
-Cállate la puta boca, vas a sacarnos de aquí a mí y a los demás o te mato poco a poco pegándote tiros por todo el cuerpo. Y no quieras saber por dónde voy a empezar. –Abraham hizo señales a los demás y corrieron hacia el helicóptero
-¿Quienes sois vosotros? –Preguntó el suboficial sin entender nada.
-Somos amigos del oficial Ramírez por desgracia ha muerto, como todos los demás.
Mientras hablaban una multitud de infectados se abalanzó hacia ellos.
-¡Corred, joder corred!
Siguieron corriendo hasta el helicóptero. El conductor fue el primero que corrió, Abraham fue detrás de ella apuntándole con el arma.
-Ya puedes encender el motor y llevarnos a todos a donde sea carbón. –Le ordenó y el suboficial obedeció.
Pero uno de los zombis pillo por sorpresa a Cris del brazo.
-Cris, Cris, –La llamo David, parando de correr y yendo en busca de Cris. La agarró de la otra mano y tiro de ella hasta él con fuerza. Consiguió dispararle a los zombis ganando el tiempo suficiente como para alcanzar el helicóptero que ya estaba en marcha.
Cris se miró hacia si mientras corría. “todo aquel que esté contaminado, ya está perdido”. Esas palabras retumbaban su cabeza, de pronto se frenó en seco, David tiraban en vano de ella.
-Corre, corre, que se van sin nosotros. –Le gritaba.
-No, yo no iré. Ya estoy condenada. –Le enseñó a David la gran mordedura que tenía en el brazo izquierdo. David entonces comprendió, y con toda la pesadez de su corazón le soltó la mano suavemente y la dejo allí. No podía evitar que las lágrimas resbalasen por sus ojos.
Finalmente el helicóptero despegó dejando aquel infierno tras de si. David no quiso mirar atrás, en parte porque sabía que la escena que le esperaba era aun más dolorosa que cualquier a de las enfermedades que había en el mundo.


miércoles, 20 de septiembre de 2017

Parte Séptima

Había perdido ya la noción del tiempo, ¿sería hoy Nochebuena? ¿Lo sería mañana? O ¿aún no se sabía quién era el ganador de este año del gordo de navidad? No quería pensar en lo que pudo ser y jamás será. Tan solo quería a veces, escapar de todo, escapar...despertar...sí, despertar de aquella maldita pesadilla.
Yo solo era un muchachito normal, al que solo le preocupaba no sacar la nota suficiente para que pudieran darle la beca y seguir estudiando; que nunca había disparado un arma de fuego de verdad, y que ni mucho menos, había matado a otro ser...
Pero ahora, ahora me veía envuelto en todo esto, zombis, sangre, disparos, huir, soldados y policías por todas partes, gente matándose unos a otros. Era una locura. Una puta locura sin sentido. Tan solo me quedaba ser fuerte, y aguantar lo que me echasen hasta el tiempo que pudiera.
-Espero que sea bastante. –Dije para mí.

De improviso un fuerte y seco ruido se escucho haciendo temblar las cristaleras de aquella casa.
-¿Que ha sido eso?
-Ni idea. –Belén se asomó de un vote por la ventana­– ha tenido que ser lejos, no sé ve nada....
Volvió a escucharse aquel estruendoso sonido pero esta vez se notaba más cerca.
-¡Ey mirad! –Gritó Abraham mirando a través de otras de las ventanas.
Era una familia, salía corriendo de su casa cargando con algunas cosas.
-¿Qué le habrá hecho salir de ella? –Pregunté turbado. 
Una vez más volvió a escucharse, aún más fuerte que la vez anterior, era un sonido detonante como una bomba chocando contra el suelo. Esta vez, las paredes, el suelo, los cristales todo se tambaleaba, como si fuese un terremoto.
-Salgamos de aquí, ya no estamos seguros dentro de la casa. –Grité.
Las latas de la puerta ocasionaban un gran escándalo. ¿Qué estaba pasando ahora? Pero mi pregunta mental, fue casi respondida por otra pregunta de Abraham.
-¿Están bombardeándonos?
-Parece ser que sí. Ya no existen aliados aquí, todos somos enemigo de todos. –
-¡Al suelo!
La explosión sucedió muy cerca de donde nosotros estábamos. Me eché las manos a la cabeza, los oídos me retumbaban, y el corazón parecía salirse de mi pecho, me costaba respirar. Poco a poco el miedo se apoderaba de mis sentidos, dejándome paralizado. Trozos de escombros salían disparados hacia todos los sitios posibles como balas. Podía percibirse gritos desgarradores en la lejanía. Al parecer no éramos nosotros los únicos supervivientes, aunque, por lo visto, pronto sí. Me seque el sudor de la cara, pero no era sudor, estaba sangrando. Me quedé mirándome la mano como en shock, hasta que Cris me despertó de mi ensimismamiento.
-Venid, vamos por aquí corred no miréis a ningún lado. –Dijo. La seguimos, cruzamos corriendo una carretera y nos metimos entre los matorrales. Nos quedamos unos instantes bajo el puente de la A-7. Ya habíamos llegado a los Montes de Málaga.
Alcé la vista al cielo, se veía un bombardero sobrevolando fugazmente el soleado cielo invernal de Málaga.
-No podemos dejar que nos vean. –Comentó de nuevo Cris.
Corrimos una vez más hacía el interior de la montaña. Corriendo campo a través. Huyendo de esta forma, de las bombas.
- ¿Creéis que nos verán? –Preguntó ingenuamente Abraham.
-Posiblemente sí. Así que calla y corre. –Le contestó bruscamente Belén.
De vez en cuando nos tirábamos al suelo al escuchar aquel avión militar. Cuando pasaba de largo volvíamos a correr montaña arriba. Al par de horas llegamos a una zona con bastante espesura vegetal por la que nos quedamos allí haciendo un alto.
-¿De dónde conseguiste eso? –Le pregunté a Abraham.
-¿La HK USP? –me preguntó enseñándome su pistola. Asentí con la cabeza.
-La mangué por ahí. También robe una M4 de un infante de marina siguen usando estas armas...son buenas armas la verdad, esta tiene visión nocturna. Me ha sido de gran ayuda para llegar. No hace demasiado ruido tampoco. Tengo media mochila llena de munición.
-Shh callad. –Dijo de repente Cris.
-¿Oyes de nuevo teclear? –Bromeó Belén.
Cris le lanzó una mirada fulminante, con lo que Belén se calló de inmediato. Todos se pusieron a escuchar.
-Son pasos. –Anunció Abraham.
-Mirad por ahí. –Dije alterado.
Vimos a un hombre a unos metros en una colina más baja de laque nos encontrábamos. Nos tumbamos todos mirando hacia aquel hombre, parecía un soldado, o al menos iba vestido de ello. Corría cojeando por el monte. Belén le hizo señales a Abraham y le pidió su M4 silenciosamente, él se la dio y al cabo de unos instantes el silencio del bosque se vio quebrado por el disparo de la M4, que impactó en la pierna derecha del soldado. Cayó entonces de bruces al suelo, gimiendo de dolor. Corrimos hacía él, acarreando las armas. Cuando llegamos junto a él, lo rodeamos y le apuntamos.
-Dos preguntas, quién eres y qué haces aquí. –Dijo rápidamente Belén.
El soldado se echó a reír. Cris disparó al aire con su pistola y luego le apuntó a la cabeza.
-Te ha hecho unas preguntas contesta, o la próxima bala se alojará en tu gorda cabeza. 
-Soy el oficial Ramírez. Formo parte de la brigada BRIPAC, llegué hace un día con unos cinco soldados más a la zona de contadoras. Soy el único que sobrevivió finalmente.  Uno de los soldados tenía esa enfermedad, se volvió loco empezó a disparar contra los demás. Al principio, cuando nos dieron el aviso, se suponía que esto era una misión de control de evacuación.  Yo pertenecía principalmente al batallón de cuartel general, concretamente en la unidad de inteligencia. Cuando la alarma de todo esto estalló, nadie sabía nada. Hace unos días me ofrecí voluntario para guiar a un grupo que venía a explorar esta zona, puesto que soy malagueño. No voy a haceros daño, ¿tenéis agua?
Cris le quitó todas las armas que traía (que no eran pocas), Abraham y yo lo ayudamos a subir hasta la colina donde estábamos nosotros.
-Esto es...es una barbaridad. Creí haber conocido el infierno pero ahora veo que no era así. Este es el verdadero infierno.
-Pero ¿qué coño está pasando? ¿Por qué nos bombardean? ¿Por qué no nos evacuan y nos salvan? –Pregunté desesperado.
-Empezaré por el principio.
«Más de 50.000 personas mueren al año, por rabia. Este problema fue el inicio de todo. Hará algunos años, se empezó una gran investigación, colaboraban países como Francia, Reino Unido, Finlandia y España. Su principal objetivo era el de encontrar una cura para la rabia, tanto en animales como para humanos. Al principio la experimentación solo era con ratas. Se les administraban dosis de rabia primero y se estudiaba el avance de la enfermedad, estudiando la sintomatología etc. Tras eso empezaron a administrarle otras sustancias para intentar encontrar una cura factible.
En esta búsqueda de la cura contra la rabia, emplearon la administración de componentes de todo tipo, utilizado en curas de otras enfermedades, sida, cáncer, sífilis, y otras enfermedades víricas y neurológicas. Crearon así una bacteria una mutación genética de la bacteria madre de la rabia junto con un componente extraño utilizado en una cura experimental contra un tipo de cáncer. Les administraron esto a unas cuantas ratas  rabiosas. Al principio pareció funcionar. Pero al cabo del tiempo se encontraron con que todas las ratas habían muerto. Sin embargo, tras pasar dos horas tras la muerte, el resultado fue, que habían vuelto a la vida. Esto era realmente fantástico, sin querer habían descubierto la “resurrección”.
Analizaron varias veces la sangre de las ratas, parecía ser, que ya no eran portadoras de la rabia. Pero su movimiento se vio aletargado, su repertorio de conductas habituales se había extinguido; en cambio, habían adoptado una forma muy agresiva de comportamiento. Intentaron de esta forma el mismo estudio pero en perros, para poder someter a tratamiento a humanos. Se utilizó la misma metodología experimental que en las ratas, dando lugar al mismo resultado. Al cabo de una semana, las ratas se habían comido unas a otras y los perros habrían acabado igual, tuvieron que sacrificar los que quedaban con vida, su agresividad era demasiada. Sin embargo era una agresividad pasiva, como si su único objetivo fuese el de morder a los otros y ya está. Los análisis posteriores de sangre anunciaban que tanto las ratas como los perros no habían regresado a la vida, sus constantes vitales no existían, y la sangre ya se hallaba coagulada. La experimentación se canceló con la bacteria BT-65, su utilización se prohibió por el comité de investigación. No se pudo experimentar en humanos. Aunque el laboratorio continúo buscando una cura contra la rabia, volviendo a empezar la investigación desde cero. Se archivó los datos de la BT-65. Más, uno de los doctores que participaba en ella, no se dio por vencido, pensaba que, si lograba alterar la cadena de resucitación esta bacteria seria más beneficiosa y en vez de volver al estado rabioso de vida, volvería a otro sin rabia, de esta forma pensó que administrándole adrenalina cuando las ratas estaban en periodo de muerte, revivirían en su totalidad de bienestar.
Por ello, siguió el estudio clandestinamente en la India. Allí consiguió varios voluntarios humanos. ¿Sabéis? La creencia sobre zombis en la India está muy extendido...Así fue como nació la enfermedad allí. Al principio, el doctor no sabía la esta enfermedad que estaba trasmitiéndoles a las ratas y los humanos después, era contagiosa, ese fue su gran error. No existe cura alguna pues la enfermedad proviene de una cura para la enfermedad. Desarrollado una cura fue como se creó esta terrible enfermedad, todo aquel que esté contaminado, ya está perdido.
Sin embargo no acaba ahí la cosa. Al principio los altos mandos del ejército y el presidente, decidieron evacuar a los afectados que aún no tuviesen la enfermedad, mas, era muy difícil discriminar quien la tenia y quien no, por no decir imposible. Colocaron una frontera con pequeñas campañas sanitarias para hacer análisis médicos, y así decidir quién pasaba y quién no. Pero algunos casos se detectaron fuera y eso fue la gota que colmo el vaso. Decidieron cerrar absolutamente la frontera. Dejando a toda la población andaluza a su suerte. Cuando la situación empezó a ser insostenible en las zonas de frontera, revueltas, alborotos, gente armada contra los militares, contra la policía, decidieron, atacar no solo a los zombis, si no a la población en general, de esta forma rápida y eficaz evitarían la expansión de la enfermedad, que, de ser expandida por el mundo, no habría escapatoria alguna.»
Nos quedamos atónitos tras escuchar la historia del oficial.
-Ya mismo se hará de noche, tenemos que buscar un refugio. –Se le escucho decir a Cris.
Con las armas a cuestas, volvieron a caminar por el monte, en busca del refugio. Nadie más volvió hablar, todos iban concentrados en sus pensamientos, dándole vueltas y más vueltas a la historia que acaba de contar el oficial, “todo aquel que esté contaminado, ya está perdido”.
Cuando ya empezaba a oscurecer, a eso de las seis de la tarde, se toparon con un cortijo medio en ruinas, allí se instalaron aquella noche.
-Estaba pensando que, podríamos ir donde las contadoras. No quedará muy lejos de donde estamos ahora, a medio día de camino como máximo. –Propuse mientras estábamos sentados alrededor de la chimenea de aquel ruinoso cortijo.
-Sí podríamos hacer eso. –Dijo Abraham.
-Allí están los demás soldados, no a todos los pudimos matar...al menos dos de ellos se convirtieron en esos monstruos. –Dijo el oficial mientras Belén intentaba curarle la pierna.
-Los mataremos entonces nosotros. –Contesté con rotundidad.
Yo también me cure las heridas que los escombros por las bombas me habían hecho. Intentamos dormir algo aquella noche, no sé si los demás pudieron conseguirlo, yo al menos no. Y eso que llevaba ya unas cuantas noche seguidas sin dormir, pero...cada vez que cerraba los ojos. Sentía aquel silbido en mi cabeza, aquel sonido sordo de las bombas estallando junto a mí, los gritos de la gente en la lejanía. No podía dormir así.  Sin embargo, al pasar las horas...y sin percatarme de ello, me quedé frito.
¿Qué era eso que estaba notando? ¿Era un sueño? Notaba como si alguien estuviese ahí junto a él, sería una pesadilla, ya volvía otra vez a soñar con la presencia de aquellos infectados, por una u otra cosa Abraham abrió los ojos, y se encontró con una horrenda imagen. Tenía a una infectada delante de él intentando morderle. Le propino dos fuertes patadas en la cara desencajándole así la mandíbula, pero ni por esas él zombi dejaba de atacar. La putrefacta mandíbula desencajada no le hacía desistir en su intento de morderle. A tientas cogió un cuchillo y le rajo el pescuezo.
-¡Joder joder! Ha faltado poco –Exclamó con ansiedad.
-Esto es una pesadilla, jamás se acabará. Si los matamos otros vendrán, y así sucesivamente...ningún lugar estará a salvo de ellos. –Dijo Cris arrastrando las palabras, con un aire de desesperanza. Era la primera vez que la escuchaba hablar así– No tenemos transporte para huir, no tenemos nada. No podemos salir de esta maldita ciudad, ni tampoco tenemos lugar al que podamos acudir fuera de aquí.

-Ya lo iremos pensando, vayamos a las contadoras, podemos doblar la seguridad de aquella zona mientras tanto. –le comenté echándomela en los brazos y abrazándola con ternura. 

Camino a las contadoras, el oficial empezó a respirar fuerte, no se sabía que le estaba pasando, era como convulsiones, antes de que la agonía del oficial llegase al límite, le proporcionamos un tiro en la cabeza.
-Ya se ha acabado su tormento. –Dijo suavemente Belén cerrándole los ojos.
Le quitamos sus armas y seguimos el camino. No nos encontramos a más infectados al medio día llegamos a las contadoras, estaba todo lleno de sangre.
-No toquéis la sangre por si acaso está infectada aún. –Comentó Belén.
-¿Crees qué la bacteria seguirá intacta todavía? –Le pregunté dudoso.
-Puede que sí, es mejor no correr riesgos.
Encontramos una red de alambres que pusimos bordeando el lugar. No sería suficiente pero algo, era algo. También tapamos todas las ventanas y puertas con lo que pudimos amontonamos las sillas delante de ella, y el escritorio.
-Cris, échate un rato parece cansada.
-No, si estoy bien no te preocupes por mí.
El día trascurrió tranquilo, algo inusual en los últimos días.
-¿Qué día es? –Preguntó Abraham. 
-Ni idea, estoy totalmente desorientada. –Le contestó Cris.
-¡Tal vez sea navidad! –Añadió él.
-La navidad es una mierda. No sabes que la inventaron los grandes almacenes es como san Valentín pero con más frío y lucecitas. –Se metió Belén en la conversación
A todo esto, David empezó a cantar “Belén campanas de Belén” y Abraham y Cris se unieron, Belén refunfuñaba pero, al cabo de un rato se unió a ellos. De la nada Abraham saco una botella de vodka de su mochila y empezaron a pasársela unos a otros.
-Para mí, hoy es Nochebuena así que, hay que celebrarlo chicos.
Por unas horas, no había infectados, no bombas, ni soldados, ni nada...por unas horas podían experimentar aquello que antaño hacían llamar... «Felicidad».

domingo, 10 de septiembre de 2017

Sexta Parte

*****

Serían alrededor de las 5 de la mañana. Estábamos en la parada del autobús cuando vimos unos cuatro coches de nacionales pasando a toda leche.
-Se ha tenido que montar una buena –Comenté.
Luego volvimos a ver otros tantos coches.
-Se ha liado el taco por algún lado, habrá sido algo bastante gordo, ya van unos ocho coches de polis. –Dijo mi colega.
Cuando cogimos el bus nos dimos cuenta de que una de las calles estaba cortada. Dimos un buen rodeo para esquivarla. Un camión de bomberos se dirigía hacia la escena. La gente del bus se agitó, estábamos perplejos. ¿Qué habría pasado? O más bien ¿qué estaba pasando?


*****
El barullo de la multitud enmascaraba cualquier otro sonido del ambiente. Las tiendas se halaban llenas de personas impacientes en busca del regalo perfecto (o económico) para navidad. Los niños hacían cola para echarse fotos con los duendes y sentarse a pedir deseos en las rodillas de papá Noel. Los jóvenes y no tan jóvenes, no paraban de echarse fotos con el gran árbol de navidad. Los trenes entraban y salían con pasajeros cargados de esperanzas, ilusiones, dramas o alegrías. Sus familiares los esperaban impacientes con ojos alumbrados. Era sin duda alguna, la típica estampa navideña protagonista en la el centro comercial y estación de tren de Vialia.
Me quedé embobada a un escaparate de ropa, ¡Dios los precios hoy día estaban por las nubes! Escuché un poco de ajetreo,
-¿Qué pasa? –Me dije a mi misma en voz baja.
A un muchacho parecía como si le estuviese dando un ataque epiléptico o vete tú a saber el qué. Todas las personas de alrededor se pararon en seco. Su acompañante no paraba de preguntar qué le pasaba, pero no obtuvo respuesta alguna. “Tampoco parecía que el muchacho pudiese contestar sinceramente” pensé. Lo agarró entonces por los brazos y éste le vomitó directamente en la cara una sustancia negruzca. Era realmente asqueroso. La chica empezó a gritar y los guardas de seguridad tomaron parte en el asunto. El chico se desplomó de repente. Alrededor de todo esto se había formado ya un corrillo de cotillas habituales entre los que yo...podía realmente incluirme.
Empezaron a reanimar al chico haciéndole el RCP. Pero lo más insólito de aquel día, llegó ahora, cuando una mujer apareció de la nada, arrancándole de un bocado la mano al señor que se hallaba cotilleando la escena (como yo) a mi lado.
De pronto todo se vio envuelto en gritos y más gritos. La sangre de aquel hombre caía a borbotones por todos lados, salpicándome a mí y a otros de alrededor. La mujer escupió literalmente la mano para seguir mordiendo como un animal carroñero aquel pobre anciano. Los guardas dejaron entonces al chico tirado en el suelo para intentar someter a la mujer. Pero mientras lo hacían el chico resucito, aún casi más enrabietado que la mujer, mordiendo y atacando de esta manera a todos los que se hallaban a su alrededor, algunos confiados grababan la escena con móviles o cámaras. La avalancha de gente que corría hacia todas las direcciones también empezó a ser numerosa. Mas algunos eran como yo, que perplejas y debido al miedo no podían mover ni un ápice de su cuerpo en un vano intento de huida.

*****


-Mi pistola, ¿dónde estaba mi pistola? –Grité mientras continuaba forcejando que aquel loco endemoniado. De repente la divisé. Estaba a unos cuantos palmos de mí. Aquel muchacho me apretaba con fuerza, intentando agarrarme para morderme.
Intenté con todas mis fuerzas llegar hasta ella, estaba tirado en el suelo, y no había Dios que quitara al maldito ese de encima mía.
- ¿Dónde estaría Juan? –Pensé en voz alta.
Apreté los dientes y le metí una patada en el estomago con fuerza. Pude quitármelo de encima unos instantes, tiempo suficiente para arrastrarme  a coger mi arma. Le metí dos tiros en el pecho con los que se tambaleaba, y finalmente un golpe de gracia en mitad de la frente. Creo que era la primera vez en veinte años que llevaba de policía local que disparaba aquella pistola contra algo.
Solo habíamos salido Juan y yo, ha hacer la ronda habitual por el barrio, cuando de repente esa cosa proveniente de la nada se nos abalanzó.
Avisé ahora a todas las unidades para dar parte a lo sucedido.
-¡Oh, madre de Dios! –Exclamé. Acaba de encontrar muerto a mi compañero en el otro lado de la calle. Lleno de mordiscos. Solté el walkie y me apresuré sobre él.
Le tomé el pulso, aún lo tenía y su respiración parecía muy leve. Pedí de inmediato una ambulancia.
¿Qué clase de locura o enfermedad tendría la cosa que acaba de matar?


*****




lunes, 4 de septiembre de 2017

Quinta Parte.

Aquella noche llovió, me subí la cremallera hasta arriba, hacía bastante frío. La humedad se notaba calando por debajo de la ropa. Me frote las manos y mire a través de las rendijas de las viejas persianas. Las gotas de lluvia impactaban ferozmente contra el suelo. De vez en cuando me daban aquellos arrebatos filosóficos, me daba por reflexionar sobre todo lo que estaba pasando. Como ya no había vuelta atrás, como tocaba mirar hacia el futuro, como más que nunca, habíamos dejado de vivir, para poder sobrevivir…Despejé aquellos pensamientos y empecé a tararear en voz baja. Salí despacio de la pequeña oficina y exploré el lugar. Me acerqué hacia la puerta por la que habíamos entrado, no me fiaba mucho de ella, así que, busqué por todos lados, y logré encontrar una barra de hierro de lo que parecía la pata de un escritorio de metal.
Era muy raro, a decir verdad, que no hubiese nadie allí, el sitio reunía todas las condiciones para ser un buen fuerte anti-zombis. Más allá de donde estábamos nosotros, había otro módulo, a partir de allí estaban las celdas de la cárcel. “Mejor no acercarme allí” pensé.
De vez en cuando, volvía a escucharse aquellos gruñidos, pero maldita sea, ¿dónde estaría el resto de la población? ¿Es más, dónde se escondían los zombis cuando no se les veía? ¡Ya no sabía si estaba en una ciudad infectada o en una ciudad fantasma! «Estarían comiéndose a las personas que se esconden…» La verdad es que esa hipótesis era bastante floja, pero me autoconvencí. Volví a la oficina y observe a ambas chicas.
“Que cara de buena tiene Belén mientras duerme la muy….” sonreí. Miré a Cris, era tan hermosa, le aparte el pelo de la cara. ¿Si no hubiese habido esta epidemia nos hubiésemos conocido? Tal vez me habría topado con ella más de una vez y ni si quiera me había fijado en que existiese. Me recosté a su vera, con la mirada fija en el techo de la habitación. Mañana…mañana sería otro día.
-Hace unos días que no vemos polis haciendo guarda…–Comentó Cris.
-¿Si? De donde yo vengo venia huyendo de zombis…de soldados…de zombis soldados… de todo. Hasta de personas. La gente, los pocos que quedan con vida se han vuelto todos locos. –Contaba Belén.
-¿Ya es de día? –Le tape la boca de inmediato al tiempo que le hacia una señal de silencio, se empezaban a escuchar pasos. Le pase su arma a Cris. Belén y yo cogimos las nuestras. Hubo un disparo en la oficina de al lado. Nos agachamos escondiéndonos debajo de un escritorio. Se volvieron a escuchar disparos. Ya podían verse unas siluetas justo en delante de la puerta de la pequeña oficina, podíamos ver como el pomo giraba para abrirse la puerta, maldición pensé, anoche no la volví a cerrar. Apreté los ojos mientras apretaba los dientes “vaya cagada monumental”. La puerta se abrió. Pero Belén sin preguntar, y sin pensárselo ni un segundo disparó al pecho de aquel hombre que cayó desplomado al suelo no sin antes hacer disparar también él su arma. La bala se dirigió hacia el techo rebotando contra el cristal. Saltamos desde nuestro escondrijo y salimos huyendo de allí.
-Corred maldita sea. Pero porque has disparado aún no sabias si era bueno o no... –Le recriminé.  
-Te diré una cosa chico –Me interrumpió– no confíes en nadie.
-¿Y por qué confiar en ti? –Le seguí rebatiendo.
-Nadie dijo que yo fuera de fiar – Sus palabras fueron tan cortantes como cuchillas...
-Basta de parlotear, vayámonos, no sabemos si viene con alguien más.
En nuestra escapada vimos unos cuantos cadáveres en el suelo, algunos parecían zombis otros no. Otra bala apareció de la nada, nos separamos. Cerré la puerta de una pequeña estancia y me puse detrás de la puerta. Escuché un gemido, era como… ¿un llanto? Me volví y entonces vi algo sorprendente. Una especie de niña llorando se hallaba en un rincón de aquella habitación.
Había visto las suficientes películas de terror como para caer en el viejo truco de la niña inocente. Y siguiendo el consejo de Belén, era mejor no confiar en nadie ni nada. Le pegué un grito pero no hizo caso, así que sin acercarme demasiado dispare a ras de la jovencita, la cual de repente se dio la vuelta sacando un pequeño revólver, por suerte esquive sus balas agachándome tras una silla. Le disparé en toda la cabeza, pobre diabla. Todo se sumió en una calma de improvisto.
Ya no se escuchaban disparos, ni pasos ni nada. Salí despacito de allí, intente buscar a Cris y Belén. Mierda. ¿Dónde estaban?
-¡Eh David! –Me llamó Cris– Al parecer está cárcel no era tan segura como creíamos eh.
Sonreí aunque estaba un poco asustado. Sin venir a cuento la cárcel se había convertido en un sangriento cementerio.
-Vayamos dónde las celdas, a ver que más sorpresas esconden estas paredes, total no hay nada más que perder, y todavía no podemos salir. –Comentó Belén. Le hicimos caso.
Tal vez no fuese muy simpática y todo eso, pero la chica sabia de lo que hablaba, su compañía más allá de lo que ella opinase era útil.
Las celdas estaban completamente vacías, y la verdad no parecía que hubiese rastro de persona alguna por aquellos lares.
-Shh...Escucha. –Me dijo Cris mientras me paraba con la mano. Nos quedamos en silencio, pero no oía nada.
-¿No lo oís?
-No…–Contestamos Belén y yo al unísono– ¿Qué debemos oír? Pregunté entonces.
-Eso…
-¿Eso el qué? –Preguntó Belén esta vez.  
-Joder callad. –Contesto ella enfadada.
Era una especie de chasquido. ¿Qué coño era ese ruido?
-¡Son teclas! Alguien teclea. Viene de allí seguidme. –Nos ordenó.
Caminamos hacia aquel ruido. Venia de la última celda al final del largo pasillo. “Que oído más bueno tenia Cris para oír aquello” se le oyó murmurar a Belén.
-Eh, tú, date la vuelta despacito, con las manos en alto. –Le dijo al joven muchachito que se hallaba tecleando en un gran portátil en aquella lúgubre y húmeda celda.
-¡Eh, eh, eh no me hagáis daño no estoy haciendo nada! –Exclamó el joven un poco asustado.
-Suelta eso, suéltalo. –Le ordenó nuevamente Cris.
-Está bien, está bien, veis no tengo nada – dijo mientras se levantaba con las manos en alto.
-Bueno lo de que haces aquí es obvio, como todos esconderte…pero… ¿qué estás haciendo con ese portátil? No hay electricidad. –Le preguntó Belén.
-Funciona con una dinamo idiota. Intento ver las noticias, intento trasmitir lo que está pasando aquí.
-¿Y  qué dicen los medios de nosotros? –Pregunté uniéndome al interrogatorio. 
-No  dicen nada. Ya no se habla de ese tema, no les conviene, están planeando algo gordo, algo que hacer con nosotros. Eh ¿puedo unirme a vuestro grupo? estoy aquí solo y nada más tengo una metralleta que le robe a unos polis.
-¿Sabes cómo salir de aquí hacia un sitio más seguro… sin pasar por los núcleos zombiferos
-¿Salir como? Todos los lugares están igual…
-Queremos ir hacia los montes. Asentarnos allí. Lejos de la ciudad, lejos de esos monstruos. –Contesté arrastrando en mis palabras una gran tristeza.
-No es mala idea pero…será difícil. –De la nada se saco un mapa de la ciudad– lo robe hace unos días. –Comentó cuando se percató de que lo mirábamos extrañados– Veamos. –Puso el mapa apoyado en la pared– Por aquí no podemos ir…ni por aquí tampoco –empezó a señalar el mapa con un rotulador rojo, rodeando con un círculo los núcleos zombíferos por dónde no era conveniente pasar, tales como la comisaría cerca de dónde se hallaban, los centros comerciales cercanos o el hospital Carlos Haya– lo suyo es coger un medio de transporte equiparlo y huir hasta aquí… –Marco entonces una línea guiando el camino seguro entre círculos peligrosos– y luego ir andando o en un transporte más ligero hasta el pie de la montaña por ciudad jardín.
Se hizo un silencio pensativo entre todos los presentes.
-Me parece bien –Rompió con el silencio Belén.
-Sí, está bien trazado. Está lloviendo de nuevo, podemos aprovechar la lluvia. Son más torpes aún cuando está lloviendo. –Alegué– Podríamos conseguirlo, si no surge ningún percance.
-Podríamos no, lo conseguiremos. –Dijo rotundamente Cris.
-Está bien recojamos las cosas. Tú chaval, ¿qué medio de transporte tienes?
-¿Yo? Ninguno.
-Entonces… ¿solo tenemos una moto? Lejos no iremos los cuatro pues…
-Yo no tengo ningún medio de transporte…pero habían unos tipos rondando por aquí que tenían un todo-terreno.
-Entonces listo. –Contesté.
-Pero no sé dónde están esos tipos...
-Están muertos. –Contestó esta vez Belén.
-Ah guay…. Entonces todo perfecto. Salgamos rápido de aquí. El tiempo actúa en nuestra contra.
A todo correr recogieron las armas, el portátil, las mochilas y algunas armas de las que llevaban los cadáveres visitantes y salieron a prisa de la antigua cárcel. Allí en el otro extremo de la calle, estaba aquel todo-terreno, aún con las llaves puestas en el contacto. Se montaron y salieron cagando leches de allí.
-Por cierto, no me he presentado, me llamo Abraham. Sí gira ahí a la izquierda.
-¿Qué haces, qué haces? –Belén aceleró al máximo y arrolló sin pensárselo a un par de zombis que se tambaleaban delante del todo-terreno.
-Ya está, dos menos.
- ¡Vas a provocar un accidente! Y es el mejor medio de transporte que tenemos. –Le regañé de mala manera.
-Las calles están repletas de automóviles sin dueño. Esta ciudad está cerca de parecerse más a una ciudad sin ley, que un destino sol-playa, guapo.
Indignado refunfuñe y me tragué mis palabras.
El todo-terreno patinaba de vez en cuando, íbamos a toda velocidad sorteando a los coches que se hallaban aparcados en mitad de la carretera, contenedores y otros obstáculos…de cuando en cuando subía a la acera y atropellábamos a unos cuantos zombis de los que nos encontrábamos. Llovía fuertemente y la visibilidad se reducía bastante. Nos sumergimos en un silencio sepulcral, escuchando como las gotas de lluvia impactaban contra el cristal. De vez en cuando se oía a lo lejos, el gran escándalo que originaban los truenos,  podíamos percibir también el reflejo de lo que parecían ser relámpagos. Realmente hacía una noche de perros. Llegamos al cruce del puente de las Américas.
Al cruzar, el mundo se nos vino encima, o textualmente, los zombis se nos vinieron encima.
“Joder, joder”, no podía decir otra palabra…lo que tenía delante era demasiado para ser verdad, podría haber, yo que sé, ¿un centenar de ellos? Parecía ser una muerte segura.
Abraham se puso al volante y aceleramos todo lo que pudimos hacia el otro extremo de la calle. No podían alcanzarnos. Pero solo había zombis, ¡zombis por todos lados! Belén cogió una de las metrallas y se asomó por la ventana del techo del todo-terreno. Disparaba contra todo lo que se movía, Cris y yo hicimos lo mismo asomados cada uno por las ventanas.
De buenas a primeras, una granada salió volando explosionando contra esos seres. La explosión no fue muy grande pero se llevó por delante a unos cuantos de ellos. Trozos de cadáveres putrefactos saltaban por todos lados... miembros apuntados por la explosión. Era realmente asqueroso.
-¿De dónde ha salido eso?
-La encontré aquí en el todo-terreno. –Respondió Belén riendo.
-Bien hecho. -La alabé.
La lluvia empapaba el interior del coche. Poco a poco aquella avalancha se fue disipando entre un mar de balas perdidas y trozos de carne muerta que estallaban con cada impacto de bala, bajó la fría lluvia en aquella eterna noche que pronto llegaría a su fin.
Llegamos a la avenida Valle-Inclán, callejeando un poco por Sondalezas, José Iturbi y Albacete; y tras la persecución zombi. Tuvimos un par de incidentes más antes de llegar a Ciudad Jardín. Un coche, de unos “canis” intentó echarnos de la carretera. “Vaya por dios” pensé, “un Apocalipsis zombi con pocos supervivientes y esa clase de gente sobreviviendo, y no solo eso, si no que intentan matar a los pocos que también sobreviven”. El resultado fue que nosotros los echamos a ellos, haciendo que aquel automóvil quedara en la cuneta envuelto en llamas. Al llegar a Ciudad Jardín, la visión del río de Málaga no sorprendió. Era increíble, estaba “minado” de infectados.
Cuando llegamos al pie de la montaña, abandonamos el todo-terreno, al final usamos ese medio en todo el trayecto. Pasamos el día en una de las casas adosadas de la urbanización cercana. Tapiamos todas las ventanas y posibles entradas y nos fuimos al piso de arriba. En la puerta pusimos un montón de latas vacías, así sabríamos cuando uno de esos infectados querrían entrar.