Volvió a su piso, observó detenidamente su alrededor, las lanzas caseras encima de la mesa, la escopeta…toda la comida, sus enseres de acampada…el botiquín en el suelo. Observó también como había colocado el colchón tapando la ventana y su pequeño árbol de navidad y todos los demás adornos, la foto con su familia, con sus amigos…recordó que aún no le había comprado nada a su familia, siempre esperaba a hacerlo en el último momento. Encendió las luces del árbol y se sentó en el suelo mirándolo embobado. Sentía un pequeño nudo en el pecho, y en su cabeza solo se le repetían las noticias y las imágenes grotescas de ataques…allí en su misma ciudad, en los sitios donde solía pasear los fines de semana… Le había vuelto a entrar esa debilidad al situarse realmente en la escena en la que estaba, ponía los pies en la tierra para encontrarse algo desgarrador. Aquello no era una mala pesadilla, aquello era real, y sí, era posible. Así que volvió a ir a la casa de la muchacha.
-¿Chico, vas a dar más vueltas hoy?
-No. –Negué con un tono demasiado serio hasta para mí mismo.
-No nos hemos presentado –dijo– me llamo Cris. –Me guiñó el ojo.
-Encantado…me llamo David. –Arrastraba un poco las palabras…me sentía un poco abatido. Al parecer Cris se dio cuenta, y en un abrir y cerrar de ojos, me rodeó con sus brazos. Le correspondí abrazándola, la verdad es que me reconfortó un poco. Y pude volver en mí.
-Querido nuevo amigo, veo que estás un poco…no sé cómo decirlo…
-¿Impactado? –Le completé.
-Sí, así que…te invito a que te quedes aquí, si quieres puedes ir corriendo de nuevo para tu casa a recoger cosas y eso…si quieres claro… –Ahora su tono se volvía más amable y su voz más aterciopelada. Aquella propuesta me alegró, así que acepté.
-Por supuesto, ¡la unión hace la fuerza! – Volví a repetir aquella frase.
Una vez más retorné a mi casa, y cogiendo todas las provisiones y armas, mi mochila, objetos de valor, personales etc. me trasladé hacía la casa de mi nueva amiga. En parte me sentía triste, probablemente jamás volvería a pisar aquel suelo, a ver aquellos cuadros, o a quedarme dormido en aquel sofá mientras había estado mirando embobado la tele. Todo aquello ya se había convertido en una sombra del pasado. Sin más dilaciones corrí hacía el piso de en frente. La televisión estaba puesta.
“Tanto el ayuntamiento de Sevilla como el de Málaga, así como otras ciudades de ambas provincias, tienen en marcha un programa abierto en distintos puntos de la ciudad para que aquellos que no tienen otro lugar donde quedarse puedan ir a los puntos restringidos”
“No se sabe cómo, pero se han detectado otros brotes en otras partes de Andalucía. Esta epidemia puede convertirse en una pandemia, ya que no sabe la
manera de contagio ni han podido controlar todavía la expansión de la enfermedad… Las medidas para evitar un posible contagio son las siguientes…”
A continuación, empezó a decir una tras otra las maneras de prevención: lavarse las manos a menudo, usar guantes, mascarillas, evitar el contacto con desconocidos, evitar usar las mismas botellas, utensilios, vasos, etc.
-Por el amor de dios, ¿quieres apagar eso?, me pone… nervioso.
- ¿Tendremos que saber cómo se van desarrollando los hechos, no?
-Ya se están repitiendo… por favor, apágala ahora.
La apagó.
- ¿Vienes a mi casa a decirme lo que tengo que hacer? Me pondré los cascos y las veré en el ordenador, pero solo porque sé que te está afectado de verdad.
-Por cierto, se me olvidaba –dije– Toma, tiene 15km de alcance…juguetitos de excursionista. –Le di uno de los Walkie Talkie que tenía.
-Ya veo que vas bien preparado.
-Tú tienes tus armas, yo mis juguetitos de montaña. –Sonreí. Empecé también a sacar otras cosas de la enorme mochila– Bueno…–continué– No tengo gran cosa, en el tema comestible…–dije al tiempo que sacaba unos mantecaos– Es navidad, es de lo que más abunda en mi piso en estas fechas...
-No importa, compré unas cuantas cosas ayer en el Deca.
-Supongo que habrá vendido un montón estos días…–Reflexioné en voz baja.
-Además luego saldremos a comprar algunas cuantas cosas más. –Siguió ella ignorando mi murmullo.
-¿Comprar?
-Bueno…tomar prestado, tú ya me entiendes.
-¿Vas a saquear?
-Venga ya, no te pongas así está ya es una ciudad sin ley… lo siento chico.
-Hay coches patrullas por aquí…
-David, esta ciudad poco va a regenerarse si la enfermedad se sigue expandiendo, y seguirá expandiéndose si nos morimos de hambre en este piso.
Puse cara de desaprobación. Y luego asentí. De repente empezó a escucharse un gran estruendo por todos lados.
-¿Petardos? –Pregunté
-No. Son disparos.
Rápidamente Cris me lanzó una escopeta y nos acercamos a la ventana escondidos. “¿Tienes buena puntería?” -me preguntó -la mejor - le contesté. Me sonrió.
-Es la policía, mira, está disparándole a la gente. Y no parecen que sean zombis o que estén a punto de convertirse.
-¡Ves! te lo dije, la policía en momentos así le da igual los infectados o no, reciben órdenes y todo lo demás se la suda. Sí quieres ir luego a “comprar” tendrás que andarte con cuidado.
Me lanzó una mirada fulminante, si hubiese sido una bala, me habría rebanado los sesos de lleno.
-No me mires así, empezamos a tener un doble enemigo y lo sabes, lo sabías desde el principio, ¿a qué coño viene esa frontera? ¿A no dejar que nadie huya? ¿Que ningún helicóptero o cualquier otra cosa haya venido a por la población no contagiada? Quieren que nos muramos aquí todos para que ellos no se infecten. Y la policía tendrá orden de matarnos a todos sutilmente. –Dije contundentemente.
-No creo que sea eso…al menos no tan exagerado. Vale que la policía se vaya a propasar un poco, pero…es normal nadie sabe cómo se propaga esa maldita enfermedad ¿no?
-Allá tú. Yo ya te he advertido, aquí de un momento a otro todos serán enemigos de todos. ¿Has visto la hora? El toque de queda acaba de terminar… ¿por qué han disparado?
-Déjalo ya, saldremos al atardecer a robar un poco de comida y ya está.
Lo que quedaba de día hasta el atardecer lo dedicamos a tapar las ventanas, ordenar las provisiones, el botiquín, recontar las armas y todo lo que teníamos. Recargamos todas las baterías, no sabíamos si el suministro de luz lo cortarían en algún momento al igual que el de agua, así que empezamos a llenar la bañera, y los lavabos, garrafas…etc. También hicimos una “lista de la compra” para después. Cuando llegó la hora trazamos un plan.
-Vale, primero, cuando pasen las patrullas les disparamos a las ruedas, pero no desde está ventana sino desde la de atrás, luego la volvemos a tapar, así no podrán llegar en coche, y no nos verán salir del bloque. –Trazó entonces un plano de la calle señalando el bloque y la ubicación de la tienda– Tiraremos por aquí, yo iré delante, y tú irás detrás guardándome la espalda ¿OK?
-Sí, sí, lo he entendido.
Nos pusimos en nuestros puestos, yo aguantaba fuertemente la escopeta apuntando hacia la calle, mentiría si dijese que no estaba nervioso en aquel momento. Cris se guardó un pequeño revolver en el tobillo y otro en el cinturón. Yo me decía a mí mismo que vaya con que mujer tan preparada me había topado.
-Atento, ya se acercan –Dijo.
Las manos me sudaban, tenía la boca reseca, y eso que solo iba a disparar contra las ruedas de un coche. Aunque más que “hacia el qué” iba a disparar, mi nerviosismo era por el hecho de que la pifiara.
-Dispara lo tienes en el punto de mira. –Gritó Cris de repente. Entonces automáticamente y sin que mediera mucho tiempo a pensarlo, apreté el gatillo dos veces, pinchándole dos de las ruedas.
Los dos policías que iban montados en el coche miraron por las ventanillas desconcertados. Uno de ellos salió y disparó al aire. No nos quedamos demasiado tiempo visualizando la escena. Salimos a prisa del portal dirección a aquella tienda como habíamos planeado. De vez en cuando nos escondíamos entre los coches por si aquel par de municipales nos seguían. Todo marchaba bien. Lástima que aquel “marchaba” se quedase demasiado pronto en el pasado en vez del presente. Casi cuando estábamos llegando a la tienda, uno de los municipales nos vio, y no se lo pensó dos veces antes de dispararnos, la bala pasó rozándome el brazo izquierdo. Nos escondimos tras un contenedor cercano. Y Cris disparó hacía el policía en modo de advertencia.
-No estamos para gastar balas tontamente, está es de fogueo – Me susurró enseñándome el arma que llevaba en el tobillo– Solo debemos disparar cuando sea totalmente necesario. Está muy lejos como para darle con una pistola. Soy más de rifles…
Escuché como los dos policías murmuraban algo, sus pasos cada vez eran más cercanos.
-Chicos, no vamos haceros daño, solo queremos saber que no sois uno de ellos. Estáis fuera del toque de queda, no se puede salir a la calle. –Dijo el policía con voz apaciguadora.
-Gírate despacio, lo tienes a tu derecha.
Mi corazón iba a mil por hora en aquel momento. No quería imaginarme cuando uno de esos zombis fuese persiguiéndome… Hice caso a Cris y me giré despacio, podía verlo. Lo tenía a tiro, así que a pesar de lo que me había dicho Cris, no me lo pensé dos veces y le pegué un tiro en el pecho a aquel policía. Su cuerpo se tambaleó del impacto y se desplomó. El otro rápidamente disparo dos veces a la nada. Cris entonces se levantó del suelo y le disparó en la mano, el arma se le cayó al suelo del impacto pude oír un “puta” que salía de sus labios. Corrimos hacía la tienda. Le pegué dos patadas a
la puerta de cristal con fuerza, pero no había manera de romperla. Así que gasté una bala más para poder abrirla. Y entramos.
Una familia se hallaba escondida en su interior y el que parecía el padre nos apuntaba a la cabeza con un rifle.
-¿Pero qué le pasa a este barrio, todo el mundo tiene armas o qué? –Pregunté cabreado. Acaba de matar a un hombre inocente, o no tan inocente, pero al fin y al cabo, un ser humano que hasta hace unos días su mayor preocupación era la de que iba a preparar la noche de Nochebuena o sí le tocaría la lotería el domingo que viene.
La familia hablaba un idioma que deduje que sería chino. Estaban muy nerviosos, o nosotros lo estábamos más.
-Solo queremos algo de comida por favor, no vamos a hacerles daño, solo queremos c o m i d a. –Intentaba tranquilizar la situación Cris.
La hija menor nos preguntó que queríamos coger en español. Yo sujetaba el arma en alto al igual que la otra mano, mientras el padre seguía apuntándome con aquel viejo rifle. La hija nos dió lo que pedimos y rápidamente nos marchamos de la tienda. “Como está el ambiente” pensé, “aunque no era para menos”.
-Ten cuidado, el otro poli estará esperándonos y seguro que habrá pedido refuerzos.
Cris no se equivocaba. Había pedido refuerzos y ya tenían otro coche patrulla vigilando la calle.
Estaba harto de que le apuntasen con armas…. ¡al menos los zombis o lo que fuesen no les apuntaría con nada!
-Han pasado de largo, ¡corre, joder!. –Dije un poco brusco. Fui velozmente hacia el portal, no podía esperar, estaba ya demasiado ansioso. “Maldición”. No tenía llave de aquel portal. Me escondí detrás de un coche mientras llegaba Cris corriendo.
-Me has dejado atrás capullo. –Me espetó.
-Eres demasiado lenta.
-Vale, espero que ahora te hallas dado cuenta que nunca se deja atrás a quién te acoge en su hogar. –Me volvió a guiñar el ojo.
Subimos a casa sin más dilaciones. Vaya día. Dios, estaba tan agobiado con todo. Al menos ahora teníamos provisiones suficientes para unos cuantos días. Lo único que podría sacarnos de allí…que los zombis empezarán a llegar en masa y acorralarnos. Cosa que, en algún momento, más tarde o más temprano, pasaría.