Aquel día, aquel oscuro día
empezó como cualquier otro, el cielo estaba un tanto nublado, y hacía frío.
Abrí despacio la ventana de mi habitación, mire hacia al cielo, vi como una
bandada de pájaros negros asolaba el cielo de repente, armando así, un
estruendo con su aleteo y ulular. Cerré entonces de un golpe la ventana, me
dirigí hacía la cocina para desayunar alguna cosa, aunque no tenía demasiado
apetito. La casa estaba a oscuras y desierta, nadie se había despertado aún, al
llegar a la cocina encendí la luz, la vieja lámpara tintineo varias veces antes
de encenderse por completo. Tome una taza y me prepare un café bien cargado, de
pronto la voz de mi compañero me asusto, al verlo suspire, él con una sonrisa
pero un poco dormido aún, me dio los buenos días.
–Me has pegado un buen susto,
Isaac. – Dije cansada.
–Lo siento, no lo pretendía.
Parece que hará frío, será mejor que nos abriguemos. – Dijo Isaac acercándose a
mí.
–No hará falta, me arreglaron
ayer el coche.
– ¿No te acuerdas? Hoy es la
excursión esa, iremos a al antiguo hospital San Julián.
–Puff. Es verdad. No sé porque se
empeñaron en ir allí, seguro que no hay nada interesante, no tanto como un
hospital en funcionamiento, somos alumnos de segundo... –replique.
–Bueno, voy a despertar a Isabel.
Tenemos que estar, allí a las ocho.
Resople, cogí mi bolso y las
llaves del coche. –Que raro – una de mis llaves no estaba, era extraño porque
yo nunca había perdido ni una llave en toda mi vida, además de que yo era muy
meticulosa con esas cosas, y había jurado que esa llave en concreto la tenía
allí.
Cuando los tres estábamos listos,
nos montamos en mi mini-coupe rojo. Y conduje hacía el campus donde nos
esperaban los demás alumnos y profesores. Puse la radio, una melodía lenta y
lúgubre retumbaba ahora en todo el coche. La apagué. Al llegar al campus, los
profesores nos dieron todas las indicaciones necesarias. Y subimos al bus que
nos llevaba al hospital San Julián. Se decía de él, que era un antiguo
psiquiátrico, muy famoso en su tiempo, pero que tuvieron que cerrar, por un
tipo de problema interno. Como todo, las leyendas acerca de aquel hospital se
hicieron cuantiosas. Aquel hospital estaba alejado de la ciudad, una carretera
con un dudoso estado, llegaba hasta él. Al bajar, me impresione de la magnitud
del edificio, aunque estaba ya, deteriorado por el paso del tiempo. Su fachada
era totalmente blanca, o al menos en su día lo fue, la mayor parte de ella
estaba sumergida en plantas enredaderas, y un mar de grandes ventanas la
adornaban. Al bajarse todos los alumnos, las exclamaciones de asombro se
repetían en todos ellos. Al mirar hacía una de las ventanas más próximas a mí,
vi una especie de sombra, un poco amorfa, agite la cabeza y mire de nuevo,...no
había nada.
Al entrar nos advirtieron de que
no nos separásemos del grupo, pues las estancias del hospital eran viejas y las
zonas no permitidas podrían desplomarse. Nos enseñaron todo el edificio: el
mostrador de información, la sala de espera, la de visitas, algunos
quirófanos…Después de una hora llegamos a la segunda planta, donde estaban las
antiguas habitaciones de los pacientes. Y las estancias donde guardaban todavía
intactos (aunque polvorientos), los documentos del hospital y de los pacientes.
–Bueno, tomaremos un descanso y
luego continuaremos la visita. – Se oyó decir a una de las profesoras
acompañantes.
Isabel, Isaac y yo, nos alejamos
a explorar un poco nuestro alrededor.
Giramos hacía el pasillo de nuestra izquierda. Ese pasillo estaba
bastante más desmejorado que el otro, Isabel me dijo que nos marchásemos de
allí un poco temerosa, pero yo continué adentrándome en el. Vi una puerta casi
podrida, o (poco le faltaba para estarlo), con un pequeño letrero: “Archivos”.
Despacio abrí la puerta, crujía un poco, entonces me di cuenta, la estancia en
la que me disponía a entrar era la sala de archivos y documentos del hospital.
Rodee la habitación y observe con detenimiento mí alrededor, en busca de algo
interesante. Sin duda lo encontré, me acerque a un viejo archivador, lo abrí,
en su interior guardaba algunas fotografías muy estropeadas, en blanco y negro,
a penas podía verse quienes salían en ella. Adjuntos a ésta había un informe:
El paciente presenta paranoia aguda, breve trastorno de la personalidad
y de la realidad. Altamente agresivo, y debido a ello deberá ser retirado a una
habitación aislada de todas las demás, solo personal autorizado podrá acercarse
a él.
Las pruebas que se realicen quedaran a cargo del doctor Hernández.
Todos los demás documentos
hablaban de los síntomas, pruebas y avances del paciente.
-Venga, vayámonos de aquí. -Me
dijo agitada Isabel.
-Espera un segundo. –Dije.
Guarde los documentos, en mi
bolso. Y nos fuimos donde estaban todos los demás. Cuando llegué me despiste y
gire hacia otro de los pasillo, cuyo nombre aparecía en uno de los documentos,
Isaac me siguió.
-¿A dónde vas? -Me preguntó
intrigado.
-Quiero ver la habitación de ese
paciente. – Dije.
-Estás loca, puede caerte una
viga encima. Volvamos junto a Isabel. – Dijo él, agarrándome de la mano.
-Vete tú, yo me quedo. – Le
respondí secamente soltándome de sus calurosas manos.
-No pienso dejarte sola.
Ambos continuamos andando por lo
antiguos pasillos del hospital, solo podía escucharse el crujir de nuestros
zapatos, y una por una las gotas que caía de un vieja tubería rota. Tras un rato llegamos a otro pasillo, este
estaba con una reja y asegurado con un candado. Isaac cogió una de las tuberías
y propinándole un golpe lo rompió, y ambos entramos. Aquella parte era extraña,
parecía mucho más cuidada que los otros pasillos, y más extraño aún era que no tenía ni una sola
ventana cuando todas las demás estaban inundadas por ventanas y más grandes
ventanas. Recordé que me dijeron una vez, que ese hospital tenia tantas
ventanas como días tenia el año. No puedo explicar exactamente lo que sentí
allí, pero un escalofrío acompañado con un mal presentimiento me recubrió todo
el cuerpo, más no me paré, seguí adentrándome en el pasillo, una voz me
incitaba a ir, aunque sabía perfectamente que algo no muy bueno guardaba tras
el.
No sé muy bien cuantas vueltas di
por aquel tenebroso pasillo, junto a Isaac; pero no debieron ser pocas,
finalmente vi como un haz de luz pasaba por la rendija de una puerta. Isaac y
yo intercambiamos miradas de extrañeza, y yo me acerque un tanto temerosa hacía
el haz. Me pare un instante, Isaac me alcanzo, me dijo que era la hora de irse
de allí, hice caso omiso a sus palabras y continué. El asustado me agarro la
mano, pero yo rechazándola adelante unos pasos y posé mi oreja sobre la sucia
puerta. De pronto ésta se abrió, y yo caí al suelo de espaldas del susto. La
imagen que se nos abría a Isaac y a mi, era extremadamente horrible.
Y sin saber como quedamos
atrapados en aquel oscuro y maldito hospital, y nadie nunca supo nada más de
nosotros.
Por todos esos días de campo que pasamos junto aquel psiquiátrico.